martes, 1 de marzo de 2011

¿El verdadero viaje al más allá o sólo una continuación de la vida terrenal?



Tal vez no estás muerta, tal vez  solamente te has mudado a un lugar tejido con pétalos de rosa o estás descansando del áspero dolor de la rutina” Dice una insignia en la lápida de  Asunción Hincapié de parte de su familia.


http://pictures.traveladventures.org
Las rosas, las margaritas, los girasoles y demás flores de muchos colores pintan el cementerio de San Pedro en sus pasillos, calmando un poco el dolor de la lúgubre muerte.
En un ambiente hostil, en el cual se siente una energía  diferente, tal vez creada por la imaginación o por lo que nos han hecho creer desde pequeños nos adentramos en el mundo donde todos sabemos que llegaremos pero al cual nunca quisiéramos llegar, el mundo de la muerte.


Entramos al patrimonio arquitectónico de la Nación en el cual “descansan” importantes figuras del desarrollo del país pero más que ellos están “los muertos del pueblo”, los que  no tuvieron otra opción o por simple tradición llegaron a pasar sus últimos días en esta morada.
Una visión de la muerte que sé que muchos de nosotros no hemos visto, o que sólo vimos en “Rosario tijeras” o en la “Vendedora de rosas” y creíamos cómica, en este momento la viviremos de cerca y sacaremos de la ficción esta realidad que pasa con la muerte.
Son las 3:30 de la tarde y el zumbar de un zancudo y el olor a flores descompuestas
irrita a los visitantes curiosos de este lugar.


Cada lugar es característico y cuenta cómo fue la persona que ahora yace aquí; la foto que adorna la lápida de Wilson, la bomba de helio en la de César, el escudo del Nacional en la de Felipe y las flores de doña Agripina nos describen cada persona en su vida y de qué manera sus familiares asumen el duelo por su partida.

La llegada de Estefanía erizó a todos los que visitábamos el Parque cementerio, su mamá, sus amigas del colegio y muchos que la conocían acudieron a darle su despedida terrenal para darle paso a lo espiritual. El trauma que causó su muerte fue su edad y la manera en la cual falleció, pero lo que hacía peculiar este velorio era el “status” en el cual se veía un estilo de vida de pocos lujos y tal vez muchas necesidades. Lo polifacético de sus acompañantes llamaba aún más la atención que la propia tristeza que su madre reflejaba, lo único que tenían en común era una tonalidad unánime en su vestuario. Pero esto no es generalizado, los acompañantes de Doña Maria tenían un estilo y una condición social aparente que los hacía verse uniformes y de un rango social más alto que el de los acompañantes de Estefanía. Los colores no eran tan lúgubres y se veía cierto grado de aceptación hacia la muerte, lo que no ocurría con Estefanía.



Un mensaje que invoca protección, una cinta fúnebre celebrando el aniversario, el escudo de su equipo de fútbol o el hecho de ir a tocar la lápida como si desde adentro fueran a responder, son algunas de las maneras de mantener cierta cercanía y comunicación con sus muertos que en cierto momento dejarán de ser sus difuntos para convertirse en los santos de su devoción.
Los años hacen mella en algunas lápidas e insignias que tal vez por falta de recursos o por la extinción de la familia quedaron abandonadas y ahora son la casa de pájaros y están en manos de nadie, lo que no sucede en las tumbas que sólo son alquiladas por cuatro años y que se mantienen en buen estado tal vez por el hecho de que sus familias aún creen tenerlos vivos y que simplemente están de paso por allí sin ser ésta su última morada.
Según José Luis Álvarez, vigilante del cementerio,” Aquí no asustan, son puros miedos que uno se mete en la cabeza, es creer en lo real y entender que si Dios me acompaña nada malo me pasará”, aunque José Luis lleva poco trabajando allí fue quien guió un corto tramo de la visita y la persona que hizo perder ese miedo con lo que aún la gente visita los cementerios. “Aquí vienen de todos los estratos sociales, la muerte no distingue entre pobres y ricos y el cementerio tampoco lo hace” afirmó.

Todo aparentemente terminaría en calma pero un ruido “infernal” entró en la tranquilidad y la paz del Cementerio. Una voz femenina que salía de un parlante viejo rompía el silencio para buscar a uno de los trabajadores.

La muerte está, eso está claro, pero la manera en que cada uno la asumirá al tenerla cerca es imposible afirmar cómo será. Esta visita me mostró muchas maneras de ver la muerte desde la experiencia de otros.
 

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