domingo, 20 de marzo de 2011

El rap del Circular Sur

La primera vez
Las manos frías, la voz temblorosa y el primer no, fueron los que llenaron de valor a estos jóvenes para seguir intentándolo. Cada vez fueron mejorando su estrategia, notaron que debían pedir que los dejaran subirse en lugares donde los buses estuvieran detenidos y así llegaron al Mall de la Mota, allí hay un control de la ruta 303 de Circular Sur y se detienen un par de minutos.
Las palabras hacia el conductor del bus son las mismas desde hace 3 años, “amigo apoyá al artística callejero, dejamos cantar una cancioncita” aunque en algunos casos ya no es necesario acercase a decir esto, muchos de los conductores de esta ruta de buses ya los reconocen y saben quién son, entonces con un simple silbido y una seña pueden subir.

Su “pinta” está relacionado con el rap que cantan; pantalones y camisetas anchas, tenis grandes, gorras del ala plancha y todo esto lo unen al estilo de cada uno. Stiven es moreno, calvo, bajito y chistoso, Huberney por su parte es blanco, alto, tiene trenzas y es más serio que Stiven.

El primer sí estuvo cargado de mil sentimientos, ahora las manos sudaban porque podían hacerlo, tenían dudas en su manera de saludar a su público y además las miradas los intimidaban.

Un adulto mayor los miraba como si fueran bichos raros, con cara de sorpresa y de disgusto; una joven se limitó a mirarlos por encima del hombro, pero quien según ellos pagó la montada fue un joven que al ver subirlos se quitó sus audífonos de los oídos, los miró, los escuchó, los aplaudió y con eso les pagó.

De ese primer acercamiento al trabajo informal les quedaron dos mil pesos, que en un principio les parecieron muy poco, pero ahora saben que de dos mil en dos mil consiguen dinero para vivir.

Cada viaje es una combinación de diferentes sensaciones, así lleven varios años haciéndole en cada bus que se suben encuentran las diferencias en la gente, en la manera de tenderlos y por supuesto en manera de “dar su colaboración”.  Ellos lo entienden bien y saben que cada vez habrá alguna persona que le incomode, otra que le guste, otra que no le importa y estará el busero que no los deje subir; así es su trabajo, a veces fácil, a veces no tanto.

Este trabajo cada quien lo observa desde su conveniencia y están los que lo aceptan y quienes no; los conductores de bus afirman “que no tiene nada de raro que ellos hagan de estos espacios su lugar de trabajo, además nosotros también lo estamos haciendo y no interrumpe con nuestra función” afirma Carlos Vargas conductor de Circular Sur.
Pero también está la opinión del adulto mayor que con frecuencia viaje en esta ruta y que opina “qué pereza estos muchachos tan desordenados que se suben aquí a hacer escándalo y a empujar a gente, y para acabar de ajustar hacen mala cara cuando uno no les da plata”

El ambiente tenso cambia y se vuelve divertido, afirma David Mejía. Se unen a la diversidad del entorno, hacen del espacio un lugar divertido y esos 3 minutos que aparentemente improvisan los tienen preparados de memoria.

Consiguen la atención del los usuarios del bus con unas sílabas bien armadas, que se unen
a la música que sale de una grabadora destartalada y a los sonidos que hacen con sus manos y boca para acompañar el ritmo de su “hermano” mientras cantan.


El tiempo no se detiene, ellos consiguen que se detenga, hipnotizan a sus donantes y cada palabra que les sale del alma la introducen al alma de quienes los escuchan, los llenan de historias duras que no han vivido pero que todos de algún modo entendemos que son reales, cada canción con un corto pedazo de realidad conquista a los que viajan en Circular Sur.

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