En un día de esos que no dan ganas sino de estar en buena compañía, debajo de las cobijas, nos encontramos con Ro-bledo. Cuando llegamos donde él nos mostró su cara de sábado al medio día, un ambiente pálido, su loción de un aroma poco agradable y sobretodo el afán de la gente por alejarse de él.
A las 12 m, el olor a smock y las caras largas de los transeúntes se mezclaban con el ir y venir de los carros, que felices de que fuera sábado aceleraban en las calles y carreras, sólo deteniéndose por esa luz roja sin pensar en el paisaje tan gris, apresurado y efímero que los rodeaba.
El sueño era el principal componente del humo que desprendían los Coonatras, Rutas de la salud y los innumerables colectivos y buses que venían de un ambiente más trópico en su hora meridiana, a un parco y lúgubre cielo con ganas de llorar por ver acercarse las pm.
Las sombras que pudimos observar eran gigantes, jugaban a perseguirse y a chocarse unas a las otras, y así generar lo que fue el clímax de nuestra visita: La lluvia. Estas gotas que se desprendieron de las únicas sombras que vimos al meridiano eran quizás lo más caluroso que sentimos aquel día que según la hora imaginamos tropical.
El señor Bledo, como el buen refrán paisa, fue serio y muy poco cordial con nosotros, gracias a éste pudimos darnos cuenta de la importancia de detenernos a observar y sentir por más desagradable que sea el ambiente que nos rodea. La gente pasaba de prisa y te dejaba un recuerdo poco afectivo como el smock.
Es así, como el señor Ro-Bledo nos dio una agria bienvenida y una triste despedida, salimos de su territorio llenos de un aire melancólico que hizo que la visión que teníamos de las 12m como una hora soleada y tropical se transformara en un lúgubre momento en que sólo se veían masas de gente ir y venir.
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